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Los Caballeros Templarios



“Non nobis domine,
Non nobis sed domine,
Tuo da gloriam”


Fueron la primera orden de monjes militares de la historia.
Apenas creado el reino de Jerusalén y elegido Balduino I como su segundo rey tras la muerte de su hermano Godofredo de Bouillon, muchos de los caballeros participantes en la Cruzada decidieron quedarse para defender los Santos Lugares, dado que Balduino I necesitaba organizar su reino y no podía dedicar recursos a la protección de caminos, ni contaba con efectivos para ello. Todo esto unido al hecho de que Hughes de Payens fuera pariente lejano del rey Balduino, llevo a conceder a estos caballeros un lugar donde reposar y mantener sus equipos, otorgándoseles recursos y privilegios entre los que se contaba un alojamiento en el propio palacio, que era la antigua mezquita de Al-Aqsa levantada en el recinto que en su día albergara el Templo de Salomón.
El nombre de Caballeros Templarios parece que se debe, precisamente, al hecho de que tuvieran su cuartel general en la Cúpula de la Roca, en el Monte del Templo, donde se piensa que estaba el legendario Templo de Salomón con su supuesto tesoro.
Balduino I cede el Templo de Salomón a los Templarios
La Orden fue fundada en 1118 o 1119,   por el citado Hughes de Payens-un caballero de la Champaña- con ocho compañeros quienes se comprometieron bajo juramento perpetuo en presencia del patriarca de Jerusalén. Su propósito original era proteger las vidas  de los cristianos que peregrinaban a Tierra Santa tras su conquista. Fueron reconocidos por el Patriarca Latino de Jerusalén, Garmond de Picquigny, quien les dio como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro. Al principio sobrevivían de limosnas y fueron conocidos como los pobres Caballeros de Cristo.
La orden fue aprobada oficialmente por la iglesia católica en 1129 durante el Concilio de Troyes. Los Caballeros Templarios empleaban como distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada. Estos caballeros constituían una de las unidades militares mejor entrenadas de todas las que participaron en las Cruzadas.
Pese a la pobreza inicial la orden del Temple terminó por cimentar y gestionar- para esto existía una parte no combatiente- una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras, formas primitivas de la banca actual, y levantando una serie de fortificaciones por todo el Mediterráneo y Tierra Santa. Pronto constituyeron una base de poder por derecho propio a la que se unían gran cantidad de adeptos y que era del total agrado de Roma. Sus propiedades estaban exentas de impuestos, no se sujetaban  a jurisdicción y no tenían que pagar los diezmos eclesiásticos tan comunes en aquel momento.

Los templarios fueron decisivos en la segunda Cruzada, protegiendo al rey Luis VII de Francia en las derrotas que sufrió a manos de los turcos. Tres grandes maestres templarios fueron hechos prisioneros en los 30 años que duró el combate: Bertrand de Blanchefort, Eudes de Saint-Armand y Gerard de Ridefort. Pero las derrotas ante Saladino les obligan a retroceder en Tierra Santa. El 4 de julio de 1187 al oeste del mar de Galilea en un lugar conocido como “Cuernos de Hattin” los cruzados formados primordialmente por contingentes templarios y hospitalarios comandados por Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, y Reinaldo de Châtillon, se enfrentan  a las tropas del Sultán de Egipto; Saladino, quien les inflinge una sonora derrota en la que cae prisionero el gran maestre de los Templarios Gerard de Ridefort. Saladino toma posesión de Jerusalén terminando de un manotazo con el reino fundado por Godofredo de Bouillón.
Batalla de los cuernos de Hattin
El rey Ricardo III de Inglaterra-Corazón de León-logra en la tercera Cruzada un acuerdo con Saladino a fin de convertir a Jerusalén en una especie de ciudad libre para el peregrinaje. Pero tras el desastre de Hattin las cosas van de mal en peor y en 1244 Jerusalén, recuperada 16 años antes por Federico II mediante pactos con el sultán Al-Kamil, cae definitivamente y los templarios se ven obligados a trasladarse a San Juan de Acre junto con otras dos ordenes monásticas: Los Hospitalarios y los Caballeros Teutónicos.
Las siguientes Cruzadas ( cuarta, quinta y sexta ), a las que, es evidente, se alistaron los Templarios no tuvieron ningún reflejo práctico o fueron un desastre, como la toma de Bizancio durante la cuarta Cruzada.
En 1248, San Luis de Francia decide convocar la séptima Cruzada, pero no contra Tierra Santa, sino contra Egipto lo que constituyó un grave error táctico. Esto unido a las pestes que sufrieron los cruzados les condujo a la derrota de Mansura y al posterior desastre en el cual el propio rey Luis IX cae prisionero. Los Templarios, tenidos en alta estima por sus enemigos, son los encargados de negociar la paz y de prestar al rey la fabulosa suma de su rescate.
En 1291 cae San Juan de Acre con los templarios luchando a muerte al lado de su maestre Guillaume de Beaujeu. Este hecho marca el fin de las Cruzadas, pero no de la orden que establece su cuartel general en Chipre, isla que habían poseído los templarios tras comprarla a Ricardo Corazón de León, pero que tuvieron que devolver ante la rebelión de sus habitantes. Así, pues, la convivencia con los soberanos de Chipre resultó incomoda hasta el punto de participar el Temple en la revuelta palaciega que destronó a Enrique II de Chipre, para entronizar a su hermano Amalarico II.
Baphomet

El papa Clemente V trata de fusionar las ordenes militares dado que la mentalidad en el mundo cristiano iba cambiando y ya no se promovían cruzadas, pero tropieza con la negativa del último gran maestre templario Jacques de Molay a pesar de la insistencia y las presiones papales. El 6 de junio de 1306 es llamado a Poitiers por el papa para un último intento, cuyo fracaso, determinó el destino de la orden. Para este final fue decisivo el rey de Francia Felipe IV el Hermoso quien ambicionaba las riquezas templarias ante las deudas que su país había adquirido por el préstamo que su abuelo Luis IX solicitó a la orden a fin de pagar su rescate tras ser capturado en la Séptima Cruzada. Además este monarca anhelaba un estado fuerte con el rey concentrando todo el poder, deseo éste, que chocaba con el poder de la iglesia y de los Templarios. Felipe convence al papa Clemente V, con fuertes lazos con Francia, de iniciar un proceso contra los Templarios acusándolos de sacrilegio a la Cruz, herejía, sodomía y adoración de ídolos paganos como el famoso Baphomet . Se les acusó de escupir a la cruz, renegar de Cristo, adora a Baphomet y de tener contacto homosexual, entre otras muchas incriminaciones.
 Fue inestimable la ayuda de Guillermo de Nogaret, canciller del reino, del inquisidor general de Francia Guillermo de Paris y de Eguerrand de Marigny, quien al final se apoderará del tesoro de la orden y lo administrará en nombre del rey.
Para acabar con la orden se sirvieron del testimonio de un tal Esquieu de Floyran, espía a  las órdenes de la Corona de Francia y de la de Aragón. Este personaje le fue a Jaime II de Aragón con el cuento de que un prisionero templario la había confesado los pecados de la orden. Jaime de Aragón no le creyó y lo echó del reino con cajas destempladas. Esquieu le fue con el cuento a Nogaret que no tenía mas voluntad que la del rey y aunque existe, casi la seguridad de que no le creyó, no perdió sin embargo, la gran oportunidad de usarlo como fundamento del dispositivo que llevó a  la
disolución de la Orden. Felipe despachó correos a todo el reino ordenando detener a todos los Templarios y requisar sus bienes.
De este modo Jacques de Molay y ciento cuarenta templarios fueron encarcelados, sometidos a torturas y juzgados por la justicia ordinaria, lo cual era contrario a derecho ya que las órdenes militares estaban aforadas y sólo podían ser juzgadas con respecto al derecho canónico. Esta intervención del poder temporal en la esfera de la  jurisdicción papal, no sólo dio origen a una enérgica protesta por parte del papa, sino que este anuló el juicio íntegramente y suspendió los poderes de todos los inquisidores e incluso de los obispos. Pero la suerte del Temple estaba echada, la acusación había sido admitida y así permaneció como base irrevocable para todos los procesos que siguieron.
Templarios ardiendo en la hoguera

El  propio Jacques de Molay había sucumbido a las torturas y había confesado la culpabilidad de al orden.  No obstante, el papa reservó para su propio arbitrio la causa del gran maestre. Al haber confesado solamente quedaba reconciliarlos con la iglesia para lo cual y para darle mas solemnidad se erigió una plataforma delante de la catedral de Notre Dame de Paris. Una vez leída la sentencia se esperaba que Jacques de Molay proclamara su arrepentimiento, pero el gran maestre, en ese momento supremo, recuperó su coraje y proclamó a los cuatro vientos la inocencia del Temple y la falsedad de sus propias y supuestas confesiones. Fue inmediatamente acusado de herejia y condenado a morir en al hoguera junto a Geoffroy de Charnay atados a una estaca y frente a las puertas de Notre Dame el día de la Candelaria de 1314. Antes de morir Jacque de Molay pronunció las siguientes palabras:
"Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad”.
Casualidad o no, a los pocos días-37- fallece el papa entre terribles sufrimientos y meses mas tarde el rey Felipe se golpea con una rama en la cabeza mientras paseaba a caballo, lo cual le produce una parálisis general que lo lleva a la muerte poco después, tras padecer una terrible agonía. De este modo termina la historia del Temple y comienza la leyenda.
Tras esto, la orden trataría de penetrar de nuevo en Oriente Medio desde Chipre. La isla de Arwad perdida en septiembre de 1302 fue la última posesión templarla en Tierra Santa. Ningún poder europeo se interesaba ya por al conquista de los Santos Lugares por lo cual los templarios se encontraron solos. De hecho una de las razones por las que Jacques de Molay se encontraba en Francia cuando lo capturaron era la de convencer al rey francés de organizar una nueva Cruzada.

El 25 de octubre de 2007 los responsables del Archivo Vaticano publicaron el documento Processus contra Templarios, que recopila el pergamino de Chinón o las actas de exculpación del Vaticano a al orden del Temple, precisamente el año en el cual se conmemoraba el 700 aniversario del inicio de la persecución contra la Orden.
 Desde el punto de vista de las acusaciones y los procesos montados contra ellos por los consejeros del rey de Francia, los Templarios son completamente inocentes. Los procesos son nulos de pleno derecho, alevosamente parciales, incluso aquellos que prescindieron de la tortura. Pero históricamente, la degradación sufrida por su adicción al dinero, al poder y a la política, los condena irremediablemente como culpables.No por haber traicionado a la iglesia o a la monarquía sino por haberse traicionado ellos mismos, a sus ideales y a sus orígenes.
                                             
 

Bibl: Walker, Martin: Historia de los Templarios.
Recomiendo un libro: Los Templarios de Jesús Mestre Godes